sábado, 10 de diciembre de 2011

Reflexión sobre la Luna Llena de 10 de Noviembre de 2011


Este mes, tenemos a la Luna Llena bajo la influencia, por un lado, de Escorpio, signo fijo de Agua y, por otro, de Tauro, signo fijo de Tierra. Signos ambos perfectamente compatibles, ya que el agua hace que la vida se desarrolle en la tierra y ésta es el recipiente natural de aquélla y, por tanto, la domina. Los dos, al ser signos fijos, son fuertes, constantes, realizadores. Sus descripciones así lo confirman:

Escorpio: “Guerrero soy y salgo triunfante de la batalla”
Tauro: “Veo y, cuando el ojo está abierto, todo es luz”


Este mes hay algo nuevo en los cielos y, sobre todo, en la Tierra: Según todos los signos, científicos y no científicos, esta Luna Llena abre el tan anunciado y esperado por las religiones atlantes portal del 11:11:11 (el día 11 del mes 11 del año 2011), una posibilidad de comunicación y paso entre mundos y, por tano, de avance espiritual para la humanidad; una ocasión de elevarnos – no olvidemos que estamos ya casi en la Era de Acuario, en la cual, se nos ha dicho, que nuestro vehículo más denso será el etérico – desde las tres dimensiones actuales a la cuarta y la quinta dimensiones; del tiempo lineal al tiempo circular; del “pasado, presente y futuro”, del “ayer, hoy y mañana”, y del “antes, ahora y después” al “eterno ahora”.

Claro que eso se ha de producir, como todo en la naturaleza, a la velocidad de Dios y no a la de los hombres, pero bueno es saber que la vibración de nuestro planeta que, durante milenios se había mantenido constante, está elevándose desde hace unos años, y afectando magnéticamente a todo lo que nos rodea, incluso a nosotros mismos: en cuanto a la Tierra, el polo magnético (no el geográfico) se ha desplazado (las ballenas, las aves y algunos peces migratorios se extravían), la temperatura de la Tierra se está elevando por lo que los hielos polares se están fundiendo y haciendo cambiar de lugar el centro de gravedad del planeta, que se ve obligado a reequilibrarse en su vuelo espacial, lo cual produce volcanes, sunamis, inundaciones, etc. hasta que encuentre su nuevo centro de gravedad y se estabilice otra vez. Y, en cuanto a los humanos: el tiempo parece acelerarse y acortarse, y el sueño se interrumpe entre las 2 y las 4 de la noche de modo inhabitual, y los sueños son extremadamente lúcidos, y la memoria reciente se ve afectada, y se producen calores y fríos durante la noche, y hay una tensión interna desconocida, y se tiene tendencia a comer con más frecuencia, y se experimentan subidas y bajadas emocionales y, en general, se siente uno extraño, como sin hacer nada, y… como todos somos distintos, cada uno reacciona de diverso modo, pero todos acusamos lo que está sucediendo.

Todo eso es normal en todo cambio importante. En nuestra vida ocurre lo mismo: toda ella, todos sus instantes, todos sus minutos, son distintos, porque la vida es cambio permanente; pero hay cambios más importantes, que nos afectan más profundamente y durante más tiempo y exigen una acomodación consciente por nuestra parte a las nuevas circunstancias. Y, frecuentemente, esa acomodación es difícil y dolorosa.

La tierra que, no lo olvidemos, es el cuerpo físico de un gran Espíritu, está en trance de recibir una iniciación y, consecuentemente, todos sus habitantes nos vemos influenciados por ello. Y todos juntos estamos iniciando el paso – la transformación - del mundo físico denso de tres dimensiones, al mundo etérico y, desde nuestro punto de vista, sin tiempo ni espacio.

Es un acontecimiento cósmico, por supuesto. Pero cada uno de nosotros, que estamos sometidos a las leyes naturales, poseemos también libre albedrío y debemos usarlo siempre – eso es “hollar el sendero de la evolución consciente” – pero, en casos como éste, con más razón, pues se ha de producir el salto de los avanzados al nuevo plano de conciencia y la permanencia de los rezagados en el actual.

Y, en esa utilización imperiosa de nuestra libertad, - y, consecuentemente, de nuestro discernimiento y de nuestra voluntad de evolucionar - hemos, cada cual, de meditar seriamente, a tenor los signos de nacimiento y del ascendente propios, para tratar de averiguar cómo hemos de compaginarlos con las influencias características de esta Luna Llena, que figuran en la cabecera de esta Reflexión, y con las nuevas circunstancias descritas.

Es éste un tiempo muy especial, pero no debemos olvidar que todos, sin excepción y sin duda alguna, teníamos previsto vivirlo personalmente en el proyecto de vida que confeccionamos antes de nuestro último renacimiento; así que todo lo dicho y lo que procede hacer está en nuestro ADN (átomo simiente) y de allí hemos de extraerlo, actualizarlo y ponerlo en funcionamiento.

Y, para hacerlo, hemos de tener siempre en cuenta que nuestro Yo Superior nos ayuda, nos inspira, y nos envía oportunamente sus intuiciones, por lo que hemos de estar muy atentos a esas ráfagas de sugerencias, de luz, de verdades, de sincronicidades, de que está llena nuestra existencia y que están aumentando rápidamente.


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