jueves, 16 de febrero de 2012

Lección (119) - El instante santo y las leyes de Dios


Curso de Milagros 1 (TEXTO) (16/02/2012)

Lección (119) - El instante santo y las leyes de Dios


  • Es imposible usar una relación a expensas de otra sin sentir culpabilidad. Y es igualmente imposible condenar parte de una relación y encontrar paz en ella. De acuerdo con las enseñanzas del Espíritu Santo, todas las relaciones son compromisos totales, si bien no hay conflicto alguno entre ellas. Tener absoluta fe en que cada una de ellas tiene la capacidad de satisfacerte completa­mente, sólo puede proceder de una perfecta fe en ti mismo. Mas no puedes tener fe en ti mismo mientras sigas sintiendo culpabili­dad. Y seguirás sintiendo culpabilidad mientras aceptes la posi­bilidad -y la tengas en gran estima- de que puedes hacer que un hermano sea lo que no es sólo porque tú lo desees.
  • La razón de que tengas tan poca fe en ti mismo es que no estás dispuesto a aceptar el hecho de que dentro de ti se encuentra el amor perfecto. Y así, buscas afuera lo que no se puede encontrar afuera. Yo te ofrezco la perfecta fe que tengo en ti, en lugar de todas tus dudas. Pero no te olvides de que la fe que tengo en todos tus hermanos tiene que ser tan perfecta como la que tengo en ti, pues, de lo contrario, el regalo que te hago sería limitado. En el instante santo compartimos la fe que tenemos en el Hijo de Dios porque juntos reconocemos que él es completamente digno de ella, y en nuestro aprecio de su valía no podemos dudar de su santidad. Y, por lo tanto, le amamos.
  • Toda separación desaparece conforme se comparte la santidad. Pues la santidad es poder, y cuando se comparte, su fuerza aumenta. Si intentas satisfacerte gratificando tus necesidades tal como las percibes, es porque crees que la fuerza procede de otro, y que lo que tú ganas, él lo pierde. Si te percibes como débil, alguien siempre tiene que salir perdiendo. Sin embargo, hay otra interpretación de las relaciones que transciende completamente el concepto de pérdida de poder.
    ...
  • No te resulta difícil creer que cuando otro le pide amor a Dios, tu propia petición no pierde fuerza. Tampoco crees que cuando Dios le contesta tus esperanzas de recibir una respuesta se ven mermadas. Por el contrario, te sientes más inclinado a considerar el éxito de tu hermano como una prueba de la posibilidad del tuyo. Eso se debe a que reconoces, aunque sea vagamente, que Dios es una idea, y, por consiguiente, tu fe en él se fortalece al compartirla. Lo que te resulta difícil aceptar es el hecho de que, al igual que tu Padre, tú eres una idea. Y al igual que él, te puedes entregar totalmente sin que ello suponga ninguna pérdida para ti y de ello sólo se puedan derivar ganancias. En esto reside la paz, pues en ello no hay conflicto.
  • En el mundo de la escasez, el amor no significa nada y la paz es imposible. Pues en él se aceptan tanto la idea de ganar como la de perder, y, por lo tanto, nadie es consciente de que en su interior reside el amor perfecto. En el instante santo reconoces que la idea del amor mora en ti, y unes esta idea a la Mente que la pensó y que jamás podría abandonarla. Puesto que dicha Mente mantiene dentro de sí la idea del amor, no puede haber pérdida alguna. El instante santo se convierte así en una lección acerca de cómo mantener a todos tus hermanos en tu mente, sin experimentar pérdida alguna sino tan sólo compleción. De esto se deduce que sólo puedes dar. Y esto es amor, pues únicamente esto es natural de acuerdo con las leyes de Dios. En el instante santo prevalecen las leyes de Dios, que son las únicas que tienen sentido. Las leyes de este mundo, por otra parte, dejan de tenerlo. Cuando el Hijo de Dios acepta las leyes de Dios como lo que su propia voluntad gustosamente dispone, es imposible que se sienta aprisionado o limitado en forma alguna. En ese ins­tante es tan libre como Dios quiere que sea. Pues en el instante en que se niega a estar aprisionado, en ese mismo instante deja de estarlo.
  • En el instante santo no ocurre nada que no haya estado ahí siempre. Lo único que sucede es que se descorre el velo que cubría la realidad. Nada ha cambiado. Sin embargo, cuando se descorre el velo del tiempo, la conciencia de inmutabilidad aflora de inmediato. Nadie que aún no haya experimentado el descorri­miento del velo y se haya sentido irresistiblemente atraído hacia la luz que se encuentra tras él, puede tener fe en el amor sin expe­rimentar miedo alguno. Mas el Espíritu Santo te da esa fe porque me la ofreció a mí y yo la acepté. No tengas miedo de que se te vaya a negar el instante santo, pues yo no lo negué. Y a través de mí, el Espíritu Santo te lo dará a ti, del mismo modo en que tú a tu vez habrás de darlo. No permitas que ninguna necesidad que percibas nuble la necesidad que tienes del instante santo. Pues en él reconocerás la única necesidad que los Hijos de Dios com­parten por igual, y por medio de este reconocimiento te unirás a mí para ofrecer lo único que es necesario.
  • La paz llegará a través de nosotros. únete a mí en la idea de la paz, pues las mentes se comunican por medio de ideas. Si te entregases tal como tu Padre entrega Su Ser, entenderías lo que es la Conciencia de Ser. Y con ello entenderías el significado del amor. Pero recuerda que el entendimiento es algo propio de la mente, y sólo de la mente. El conocimiento, por lo tanto, es algo propio de la mente y sus condiciones se encuentran en ésta junto con él. Si no fueses una idea, y nada más que una idea, no podrías estar en plena comunicación con todo lo que jamás ha existido. Sin embargo, mientras prefieras ser otra cosa, o intentes no ser nada más y al mismo tiempo ser otra cosa, no podrás recordar el lenguaje de la comunicación, si bien lo conoces per­fectamente.
  • En el instante santo se recuerda a Dios, y con él se recuerda el lenguaje con el que te comunicas con todos tus hermanos. Pues la comunicación se recuerda en unión con otro, al igual que la verdad. No hay exclusión en el instante santo porque el pasado desaparece, y con él desaparece también la base de la exclusión. Sin su fuente, la exclusión se. desvanece. Y esto permite que la Fuente que tú y tus hermanos compartís la reemplace en tu con­ciencia. Dios y Su poder ocuparán el lugar que les corresponde ocupar en ti, y tú experimentarás la plena comunicación de ideas con ideas. Mediante tu capacidad para hacer esto te darás cuenta de lo que eres, pues empezarás a entender lo que es tu Creador, y lo que es Su creación junto con él.


Fuente: UN CURSO DE MILAGROS 1 (TEXTO) - Fundación para la Paz Interior

Este libro fue digitalizado para distribución libre y gratuita a través de la red utilizando el software (O.C.R.) "OmniPage Pro Versión 11" (POR LO QUE PUEDE HABER PALABRAS QUE NO EXISTAN, O NO CONCUERDEN CON EL CONTENIDO, COMO TAMBIÉN PUEDE HABER ERRORES DE ORTOGRAFÍA) y un scanner "Acer S2W".

Digitalización, Revisión y Edición Electrónica de Hernán (Persona no relacionada con los autores de "tzolkindiario.blogspot.com").

Rosario - Argentina

19 de Enero 2002

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar!!
Esperamos que nos recomiende!!
Un abrazo de luz!!!!!!